Lilah y el buen pastv creo que tienen razón en los comentarios del anterior post; debo contarles la historia de cómo conseguí el famoso autógrafo de la banda española. Empecemos:
Corría el año de nuestro señor Jesucristo 2006, caminábamos ya sobre la mitad del mes de marzo y el panorama emocional en ese preciso momento se veía negro y transtornado. En ese momento una canción de Mago de Oz llegó a mis oídos, “ésta es la solución a mi ansiedad”, pensé mientras la canción se desvanecía en los parlantes de la grabadora que llevaba el vendedor ambulante de discos compactos que ya se alejaba de mí en su bicicleta-vitrina-tienda y me agachaba a recoger una tarjeta a todo color que llamó mi atención pese a estar algo manchada de lodo, “si, ésta puede ser la solución”, me repetí mientras limpiaba el lodo del pequeño pedazo de papel y por fin podía leer la información completa.
“Relax, pasión, placer, el paraíso en la tierra: Natalia’s, las frutas colombianas más dulces y prohibidas”
Pero eso no fue lo que me llamó la atención, es más creo que eso lo leí después. Lo que atrajo mi vista hacia la tarjeta fue la espectacular rubia de la foto, la palabra GRATIS al lado de un jarro de cerveza y el gigante 2X1 en la esquina superior derecha. Cerveza gratis y una promoción de 2X1 es algo que una mente bombardeada de marketing barato y promociones chimbas no puede resistir.
Llamé a mi pana “El Talegas”, le conté de la promoción y sin vacilar me respondió con un “de ley, vamos… pero vos pagas los taxis”. Lo de pagar los taxis no hubiera sido tan grave si el “club de caballeros” al que planeábamos asistir no quedara en Colombia y que después de las 10 de la noche la frontera se cierra al paso vehicular y que el costo de tomar un taxi hasta la frontera (ida y vuelta y lo mismo del lado colombiano) no es nada económico. Pero a pesar de eso le respondí con un “ok, yo pago los taxis”.
Eran ya las 23 horas, 16 de marzo, 2006 D.C. El local estaba a reventar, en cualquier lugar del estroboscópicamente iluminado night club podías encontrar una bella mujer rodeada de 3 o 4 babosos luchando por llevarse la “presa” hacia su mesa. En verdad el local no estaba tan repleto porque encontramos una mesa disponible, nos sentamos y pedimos nuestras cervezas gratis. El Talegas ya empezó a lanzar su mirada sobre las chiquillas del local para ver quienes estarían a la “altura” y poder convencérlas de que nos acompañen, a mí no me importaba, solo quería tomar mi cerveza gratis, esperar que empiece el show (si es que había) y disfrutar de una vista de mucha carne y pocas prendas y pretender imaginar la vida de la streaper (todavía no sé como se escribe esa palabra, y Google no fue de mucha ayuda) de turno.
La cerveza solo fue un pretexto para que mi, a la fuerza olvidado, malestar estomacal vuelva, y lo haga con más fuerza, como para que ya no lo deje relegado al olvido. Sin decirle nada al Talegas, que también se estaba levantando para ir a llamar a un par de “presas”, me levanté y me dirigí lo más pronto posible al baño. Una vez adentro todo fue paz, tranquilidad y un alivianamiento completo. Por un momento me sentí volar, un delicioso escalofrío me recorría intermitentemente lo que causó una sensación de frescura en medio del calor del abarrotado lugar. Incluso dejé de oir la música para solo escuchar las voces de la gente allí había, para más tarde llegar a escuchar un silencio completo. Pensé que estaba demasiado relajado y que estaba en una especie de trip o algo así hasta que me di cuenta que en verdad ya no se escuchaba nada más que un par de murmullos y pasos. Pero no podía salir para ver qué estaba pasando aunque “deben ser los militares colombianos que vienen a inspeccionar y hacer requisas de armas” pensé, mientras retornaba a mis labores intestinales.
Pero ¿qué había pasado mientras yo me encontraba empezando un viaje astral dentro del baño del Natalia’s? Apenas entré yo al sanitario una veintena de hombres y 3 mujeres ingresaron violentamente en el local, uno de ellos se dirigió hacia la barra y preguntó por el dueño o el administrador. Sacó una cantidad impresionante de billetes de pesos colombianos perfectamente enrollados y se los entregó al administrador mientras le decía algo al oído.
“Felipe, John Jairo. Me sacan a toda la gente en este instante, solo quedan las chicas. Que mañana se acerquen para arreglar sus cuentas, los que quieran, pero ahora me sacan a todos.” Con esa orden los dos “meseros” desocuparon inmediatamente el local, alguien quiso protestar pero ese intento no prosperó despues de ver (ahora si claramente, todas las luces estaban encendidas) la pistola que Felipe, con una sonrisa de “a ver quién me jode”, sacó de su cinto y la mostraba en el aire.
Mago de Oz, había dado su concierto el 11 de marzo en Quito. El 17 tenían que presentarse en Bogotá, mientras tanto habían decidido hacer un puti-tour que los llevó hasta la frontera con el Ecuador. Natalia’s era ahora su parada en el tour.
Salí del baño, y al ver a un grupo de seres extrañamente vestidos y creer que había creado un salto espacio temporal inter-dimensional que me había llevado a un bar gay hice lo único que pude haber hecho: esconderme detrás del sillón más cercano mientras pensaba en la forma de regresar a mi dimensión. Poco después me di cuenta que eran españoles (o por lo menos hablaban como españoles), pero todavía no tenía nada claro. El escondite no me sirvió por mucho tiempo, uno de esos tipos raros (tenía una gorra como de uniforme de oficial nazi) me encontró, me hice el dormido (borracho dormido) e hice el amague de despertarme extremadamente molesto diciendo que quién se atrevía a molestar al sobrino de Pablo Escobar Gaviria (no puedo hablar como colombiano, pero ¿acaso los españoles se iban a dar cuenta?)
– ¿Pablo Escobar, el narco famoso?
– Si, ¿por qué? (con cara de “no me veas mal que te como sin sal”)
– Vale tío, si hasta tengo una camiseta con la cara de tu tío estampada
Lo siguiente que pasó fue que me invitaron a beber con ellos y recién me enteraba que se trataba de los Mago de Oz. No pararon de hacerme preguntas sobre mi “tío”, creo que nunca mi imaginación tuvo que forzarse tanto, pero el whisky gratis lo valía.
– Anda, coño, deja tomarnos una foto con el sobrino de Pablo Escobar (nunca preguntaron por mi nombre)
– Espera un momento
– ¿Por qué, qué pasa?
– Sabrás que debo cuidar mi imagen pública. Es decir: yo no debo tener imagen pública ¿me entiendes?
– Por supuesto, y tranquilo que a nosotros tampoco nos conviene. Por eso esto va a nuestra colección privada.
Y así fue que a cambio de darles una foto con el sobrino de Pablo Escobar obtuve un autógrafo de Mago de Oz, un chuchaqui de whisky y cerveza increíble y la experiencia de sentirme rock star por una noche aunque el malestar anímico y estomacal siguió por unos cuantos días más.